sábado, 8 de agosto de 2015

Algún día te contaré

Algún día lo haré. De veras.

Algún día reuniré toda la fuerza que muchos creen que guardo para poder decirte todo esto y más.

En cierto modo, aunque no lo sepas, te lo digo constantemente. Cada vez que te pregunto qué tal estás, no lo hago de manera convenciera; cada vez que me intereso por ti, lo hago de manera sincera. Tengo la necesidad de que, aunque en cierto modo estar tan cerca de ti me pueda repercutir negativamente, intentar hacerte feliz, aunque sea por un instante.

Pero, como no soy quien debiera ser, fallo constantemente.

Camino bajo el cielo ya en azabache, cuando la noche ya es cerrada y sólo mis pisadas hacen eco en las solitarias calles de mi ciudad. Por fin refresca, cuando noto que empapa levemente mi camiseta una pequeña gota suicida.

Soy el último en recoger, el farol rojo de cuantos allí estuvimos y sale a despedirse de mí una cálida lluvia de verano, haciendo más tórrida esta noche que prometía cerrar fresca.

Atravieso todos aquellos lugares comunes, todas las estaciones y estadios por los que ya han pasado todos mis compañeros cuando se trata de algo no correspondido. Cuando ni siquiera te sale de la boca esa palabra, cuando no eres capaz de mencionar su nombre sin que te abracen a traición tus demonios internos.

El nudo en el estómago, la sensación de ahogo. El gélido pinchazo en las costillas de su recuerdo desangra lo que puedes racionalizar que es tu alma. Notas el vacío que se abre en tu pecho, como una estrella cuando muere, creando un agujero negro que devora toda luz que al él osa acercarse.

Lo más incómodo, ya casi al final, es notar como el extremo exterior de tus ojos una punzada penetrante que sospechas podrá terminar en una llantina lastimera. Frotas la palma de tus manos contra tus ojos, como el pelotón que viéndose rodeado lanza fuego de contención contra su hostil. Pero esto es diferente, aquí el enemigo es interno, es íntimo. Te abraza y te apuñala, mientras tú se lo permites, convirtiéndote en cómplice de tu propia embosca.

Joder. De verdad. Echo de menos tus abrazos sin que nunca me los hayas dado.

viernes, 2 de agosto de 2013

"Di que Dios existe y te creerán. 
Di que está recién pintado y tocarán con el dedo para estar seguros" 

George Carlin

miércoles, 3 de julio de 2013

Ale nie jest źle przecież wiem że i tak kochasz mnie

Ale nie jest źle przecież wiem że i tak kochasz mnie 
Wszak i ja kocham ciebie i tak

viernes, 11 de enero de 2013

Y sí, nunca hemos estado así, pero esta mañana echaba de menos encontrarte bajo el edredón, con mis dedos enredados en los tuyos; sin prisa por salir de la cama, pero con la prisa de disfrutar el uno del otro.
Las ganas de despertar porque estás allí y parsimonia de no salir de aquí en horas. Enredar la nariz en tu pelo, escuchar como respiras, oler como te despiertas. Rozar tu nariz con mi nariz y mirarnos a los ojos, aún a oscuras.

 Nunca lo he hecho, nunca lo he sentido, pero ya lo echo de menos. Ya soy adicto a eso.

miércoles, 2 de enero de 2013

Pretender salir por la tangente caminando en círculos.

miércoles, 20 de junio de 2012

Tendré que acostumbrarme, a lo mejor, a la impaciencia de que tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote... ... simplemente, te echo de menos.

lunes, 18 de junio de 2012



Hoy es uno de esos días en los que uno termina pensando, sobre todo idioteces, que es en lo que parece que dedico más tiempo.

No puedo evitar encontrarme de vez en cuando fotos como la de arriba, que nunca han sido publicadas, que nunca enseñé a nadie... pero que yo recuerdo y por ende, me trasmiten algo.

Y más que trasmitir, me recuerdan. Me recuerdan una época diferente, donde tenía menos cosas a la espalda. Una época que, de vez en cuando, vuelve como una reminiscencia del pasado, como un oscuro fantasma que de cuando en cuando decide aparecerse, quiera yo o no.

En esa época leía más, viajaba más, iba a más conciertos y era mucho más sociable que ahora, una relación conmigo solía ser más cálida, más amable y aquel que me acompañaba rara vez recibía una bordería como respuesta.

Pero esto ha cambiado bastante. Ahora soy mucho más arisco, más distante, menos sociable, escucho menos música y, aunque suene mal, leo menos. Pero, reflexiono más.

 La fotografía también va quedando un poco atrás, por mucho que me pese, pero se me hace difícil compaginar muchas veces todos o, simplemente, sacar ganas para nada.

El tema es que, entonces, prácticamente había empezado la carrera. Sabía que el mundo iba mal, pero no el porqué.

Me conocía menos a mí mismo y conocía menos al hombre.

Pero, como en las mentiras, uno acaba sabiendo antes o después la verdad del asunto.