Ella era única, única entre tantas. La escogí de entre cientos de modelos en una tienda del centro de la capital, cientos, de verdad, nunca vi tantas juntas en tan poco espacio.
Me encantaba, sentarme frente a ella, alimentarla con un fino nacarado y escuchar el traqueteo de su particular digestión. Antes de hacer nada la miraba, daba un par de caladas y dejaba que el humo me restase un par de días de vida a cambio de un poco de inspiración, nada en este mundo es gratis. Cerraba los ojos y notaba como me corroía los pulmones, pero, paradójicamente, era adicto a aquella cosa.
Cerraba los ojos y ese era el momento más importante antes de la batalla, soy como un soldado que se aferra a su rifle mientras reza sus oraciones antes de salir de la trinchera. Exhalo todo el aire y el humo que contienen mis pulmones. Deslizo mi mano por su fría piel... Ella, vestida de negro... es sobria y elegante. Flemática y precisa en todo lo que hace. Mis dedos se colocan sobre ella, la acarician... la ponen a punto.
Coloco mis dedos sobre lo que por experiencia hará que grite, gima y exprese cuánto le gusta que lo haga.
Este es mi momento preferido del día, la calma antes de la tormenta.
Entonces comienza la batalla. Mis dedos bajan, presionan, golpean... mis muñecas de deslizan virtuosas, noto como se escapan todos mis deseos, dudas, preocupaciones... Descargo la mochila de mis sentimientos sobre ella a cambio de lo que quiera darme.
Así es ella, mi pequeña. Hay muchas parecidas, puede que iguales... pero esta es mía y no me avergüenza decir que la quiero, me encanta mi máquina de escribir. Aunque la tecla de mayúsculas ya no funcione por los delirios de grandeza que me exige. Pese a que la tecla de retroceso sea la única que no he tocado desde que me compré la máquina, porque ella me pide que no la haga retroceder, siempre hacia adelante, si algo sale mal, se repite todo, pero no puede permitirse el lujo de parar. Si al final no le gusta, romperá la obra entera que haya escrito con ella, aunque sean mil folios... pero las cosas se acaban.
Dios, adoro a esta máquina.Y todo esto me lo inspira un nick... porque he conectado el msn a las 6.15 de la madrugada y resulta que me llega un mensaje suyo, de hace 8 horas, cuando me fui a la biblioteca y mira... me da por escribir y escribo lo primero que se me viene a la cabeza.
Tú seguro que sabes a qué me refiero, máquina de escribir :).