sábado, 25 de abril de 2009

Where are you going?

Me duelen los pies, llevo caminando un rato con la mente totalmente en blanco y me duelen los pies. Salí de aquel garito con música comercial a un volumen insultante a las tres y llevo más de media hora caminando.

Me siento en un banco de madera, es incómodo a más no poder. Al sentarme la cabeza me da vueltas, hoy creo que me he pasado con ciertas sustancias… lo que digo siempre, mañana por la nariz nada, siempre mentira. Estoy de bajón, con un bajón terrible.

Miro a ambos lados y no hay nadie en toda la calle, sólo me distrae un poco la atención un letrero azul de un centro comercial que parpadea de vez en cuando. Bajo la mirada y me quedo mirando una colilla en el suelo. Al rato me levanto y comienzo a caminar, noto como si mi cabeza estuviera totalmente vacía.

Doy tumbos hasta que me apoyo en una pared de ladrillo visto. Apoyo todo el antebrazo sobre el ladrillo y mi frente sobre mi antebrazo. Enredo un poco y me desabrocho la cremallera y empiezo a mear. Mierda, me he meado encima de una zapatilla

Sigo caminando. Sin rumbo, no lo necesito. Es una delicia andar a estas horas por la calle, no hay nadie. Deambulo por callejones, me gustan. La luz del tugsteno es tenue, casi etérea… Recuerdo haber pasado por un par de callejones casi de película. Litros rotos en el suelo, silencio sepulcral y esa horrible luz naranja. Llego a la carretera. Son cuatro carriles, hoy también son sólo para mí. Me pongo en el medio y coloco mis brazos en cruz. Recuerdo cuando tenía 12 años y cantaba en un coro.

Cierro los ojos. Inspiro todo lo hondo que puedo. Y comienzo a caminar.

Caresse sur l'océan
porte l'oiseau si léger
revenant de terres enneigées

Air éphémère de l'hiver
au loin ton écho s'éloigne
châteaux en Espagne


Ahora viene la parte difícil…

Vire au vent tournoie déploie tes ailes
dans l'aube grise du levant
trouve un chemin vers l'arc-en-ciel
se découvrira le printemps…


Vuelvo a abrir los ojos. Me paro. Sólo el asfalto ha podido oírme. Me pongo la capucha y sigo andando. Levanto la vista y veo varios anuncios en rumano, todos manuscritos, buscando empleo como cuidadora de niños o como limpiadora. Unas luces azules pasan zumbando a mi lado, pero no me preocupa demasiado.

Llego a la gasolinera de San Isidro. Me miro en el espejo, definitivamente tengo cara de imbécil, debe ser por eso. Cojo una Coca-cola, voy a caja y la pago. Un euro y medio mal invertido. Llego a una horrible nueva plaza de tipo neo-estúpido. Me tumbo en un banco de piedra. Es incómodo con avaricia.

Vuelvo a ponerme en marcha. Me apoyo en una pared y vomito todo lo copiosamente que puedo, hasta que me duele la garganta y sólo babeo un poco.

- Hay que ver, esta juventud… ¡cómo está!
- Váyase a tomar por culo señora ¿quiere? Que es tarde hasta para que usted me toque los cojones.

La amiga descojonadísima de la risa.

Sigo caminando y noto que la boca me sabe a vómito. Mierda, la Coca-cola la he dejado en el suelo para vomitar y no la he vuelto a coger. Para desahogarme comienzo a darle patadas a un cubo de basura. Se mueve demasiado. Le doy un par de tibiazos a una columna. Así estoy más calmado.

Me siento en un portal, es la primera vez que me siento algo cómodo en toda la noche. Me siento un jodido vagabundo y se me viene a la cabeza la escena del restaurante en Pulp Fiction, la parte del diálogo entre John Travolta y Samuel L. Jackson, por cierto, la L significa Leroy, lo digo porque nunca supe qué era hasta que lo busqué.

Miro el móvil porque noto que me vibra, es por la batería baja. Pero descubro que tengo un mensaje. Me lo han mandado a las 00:30 y son casi las cuatro y media.

Xico, paso d sgir sperndo q m llams. Otro dia s t lo pnsas mjr m llms, q n m voy a quedr tda la noxe n csa spernd q m llams xa vnir, pro...

Es lo único que leí, inmediatamente se me apagó el móvil. Puta batería. En fin, lo importante estaba dicho, la única opción viable que había tenido de follar en tres meses se había ido al garete.

Llego a casa, estoy cansado. Me quito la sudadera mientras atravieso el pasillo, totalmente a oscuras. Me quito las zapatillas y siento como mis pies desprenden calor. Caigo rendido en mi cama mirando al techo. Cierro los ojos deseando dormirme directamente, estoy cansado, puede que lo consiga.

Unos hálitos helados se precipitan desde mis ojos hacia la almohada… putas lágrimas.

1 comentario:

  1. Parece increíble pero esa canción de Los chicos del coro también me recuerda a cuando tenía 12 años y miraba el mundo con otros ojos (o mejor dicho, más cerrados) y siempre siempre me transmite tristeza.

    Y siempre siempre que la canto acabo llorando también, solo que a mí directamente es la almohada la que me escucha.

    ¿Dejaremos algún día de hacerlo?

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